Nuestra “Vivienda para un escritor” recibió el pasado jueves 14 de Febrero el premio provincial Torres Clavé, otorgado por el Colegio oficial de arquitectos de Cádiz a la arquitectura joven producida en la provincia entre los años 2016 y 2017.
Aprovechamos la oportunidad para explicar mejor el proyecto presentado a los premios Torres Clavé en la modalidad de rehabilitación y restauración.
El proyecto presentado parte de la reconstrucción de una pequeña porción de barrio. Un trozo de ciudad oculto para todos y existente solo para unos pocos vecinos. Se puede explicar desde la búsqueda una buena ventilación cruzada, iluminación natural uniforme y desde la pelea por el último centímetro habitable, pero también podemos hablar de la ciudad.
El cliente, inglés de nacimiento y escritor trotamundos de vocación encargó lo que en Londres se viene a llamar una “Backland House” pero a la andaluza.
Se trata de intervenciones movidas por la necesidad de encontrar suelo urbano a un precio asequible planteando viviendas capaces de rehabilitar las traseras olvidadas, densificando la trama urbana, transformando esos espacios ocultos y en este caso el corral de una antigua casa de vecinos del barrio de San Miguel de Jerez de la Frontera.
Para re-habitar este trozo de barrio pensamos en lo cotidiano, en las cosas que siempre tenemos a mano, en lugares conocidos. En esos lugares que están ahí, donde empieza el vivir.
Desde un primer momento había que decidir qué quería ser esta vivienda. Y se decidió que quería ser ciudad. Debía ser cómoda, vivible, abierta al exterior pero también refugio. Y por supuesto debía ser eficiente por tradición, como todas las casas del barrio.
Este olvidado rincón en fondo de saco quería poder aspirar a ser un hogar.
No se ha cuestionado el “por qué” de todas las variables y condicionantes de esta vivienda, sino el “cómo”. El cómo debería entrar la luz, cómo debería construirse, cómo va a ser usada, qué situaciones se van a generar en relación con el patio adyacente o cómo será la sucesión de acontecimientos desde que alguien sale por la puerta de la casa hasta que llega a la calle.
Preguntas que nos llevan a una investigación y a un enriquecimiento del proceso, y del proyecto, y a un resultado mucho más adecuado.
La vivienda está planteada desde la pequeña escala, desde lo inmediato, casi como un mueble grande hecho con ladrillos y hormigón. Aprovechamos cualquier gesto necesario para dejar pasar la luz y ventilar.
El programa era en definitiva un salón con cocina amplio y (como lo permite la ordenanza) un pequeño castillete a modo de habitación. A la hora de organizar los espacios en 33m2 cada centímetro cuenta; un pequeño aseo contrapeado con los muebles de cocina, un lucernario que se oculta en la terraza aprovechando el desarrollo de la escalera, una planta baja diáfana y un buen ventanal abierto al patio.
Su casa, un patio y mucho más.
En planta primera se juega con la posición del pequeño dormitorio que la normativa permite construir, colocándolo en el centro, a medio camino entre una terraza y “the jungle”, un patio bautizado así por su propietario que alberga además de una pequeña alberca una gran variedad de plantas exóticas como recuerdo de sus viajes por Asia.
De sus viajes por tierras lejanas y de toda una vida son también las figuras talladas en una madera exótica o las radios de la época en que repartía el periódico en la Fleet St de Londres. Una casa que no se termina, una que se vive y el propietario le da un sentido, una atmósfera propia.
Utilizamos materiales naturales y tradicionales de la zona: cerámica, cal o madera. Afrontamos el reto de ejecutar una arquitectura de bajo coste comprometida con el lugar que pensamos ha servido para resolver problemas y para descubrir una nueva esquina en un barrio tan vivido como este.