Decía Jane Jacobs que buscar causas a la pobreza es entrar en una reflexión intelectual sin salida, ya que la pobreza no tiene causas y sólo la prosperidad las tiene. Según la activista y urbanista americana, las zonas degradadas de nuestras ciudades lo están, en la mayoría de los casos, porque no se ha hecho nada para que resurjan.
Si aplicamos esto a Jerez, podríamos decir que el centro histórico está degradado porque ha ido desapareciendo de la vida de los jerezanos, ha perdido su rol indispensable en el ‘día a día’ de la ciudad – tal vez, por una falta de propuestas acertadas-.
Las ciudades son, en efecto, el gran invento de la humanidad y en el siglo XXI un buen planeamiento urbano es fundamental para hacer frente a los grandes desafíos: alto consumo de energías no renovables, desarrollo económico, competitividad o envejecimiento de la población.
El panorama global está cambiando gracias a las posibilidades ofrecidas por las nuevas tecnologías, de las que está surgiendo una red de urbes inteligentes (Smart Cities) que aprovechan estos beneficios para gestionar entornos productivos, eficientes, accesibles y dinamizadores.
Ciudades como Estocolmo, Singapur, Río de Janeiro y en España, Barcelona, Málaga o Santander están programando sus propios distritos inteligentes de cara al futuro. Fomentan la movilidad, las redes de comunicación, los espacios públicos y compiten por atraer empresas e inversores en congresos especializados como el Smart City Expo, que se celebrará en Barcelona este otoño.
Resulta interesante descubrir entre éstas a la capital de Estonia, Tallin, que ha basado su modelo de Smart City en el centro histórico, logrando de este modo una red de micro empresas que por su alta flexibilidad se han adaptado a las edificaciones existentes y potenciado el desarrollo económico.
Al calor de sus murallas medievales, se ha desarrollado una intrincada red de empresas emergentes que ha concebido a gigantes como Skype, recientemente adquirido por Microsoft. Y por supuesto, todo este flujo productivo ha contribuido a la regeneración urbana, a la implantación de museos, teatros, comercios, restaurantes…
Los núcleos históricos de la edad media, que fueron diseñados para sufrir penurias y guerras, son actualmente el lugar ideal para estas comunidades empresariales altamente dependientes de las relaciones sociales y las reuniones de negocios a pequeña escala.
El secreto de la recuperación del conjunto amurallado de Tallin bien podría ser el del centro de Jerez. Éste radica en volver a ‘usar’ la ciudad como siempre ha funcionado, con una razonable proporción entre viviendas y espacios productivos. Para nosotros eso ya no es un secreto, pues no hay espacios productivos más jerezanos que las bodegas (muchas vacantes), donde actualmente podrían implantarse desde servidores informáticos a empresas de desarrollo tecnológico o cultivos urbanos de última generación… quién sabe.
Hoy es difícil imaginar un centro histórico próspero, lleno de vida y con multitud de negocios, pero posiblemente pensar en un futuro de innovación basado en nuestra herencia patrimonial sea un buen comienzo.
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Artículo: Tribuna Libre en Diario de Jerez por Rafael Iniesta
Imagen. Fotografía histórica de la entrada a las bodegas Domecq